
Abundancia: más allá del dinero, la verdadera expansión.
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Cuando escuchamos la palabra abundancia, la mayoría piensa en dinero. Y sí, claro que la abundancia incluye dinero, ventas, clientes, lujos y oportunidades. Pero la verdad es que abundancia es mucho más que eso. Abundancia es todo lo bueno, todo lo que te expande, todo lo que te hace sentir viva y plena.
La abundancia es una frecuencia, una forma de ver la vida. Está en la sonrisa de alguien que amas, en la comida que disfrutas, en los abrazos sinceros, en las oportunidades que llegan de la nada, en el tiempo que tienes para ti. Abundancia es el sol que te despierta, el agua que te limpia, las ideas creativas que nacen en tu mente. Y muchas veces la bloqueamos porque pensamos que es algo lejano, algo que solo llega cuando trabajamos más o cuando “nos lo ganamos.”
La realidad es que no tienes que ganarte la abundancia. Ya eres abundancia. Pero como crecimos con ideas de carencia, de lucha, de esfuerzo constante, vamos cerrando la puerta a recibir. Y entonces aparece la frustración: queremos más, pero seguimos vibrando en el “no hay,” en el “es difícil,” en el “yo no puedo.”
La abundancia no empieza afuera, empieza adentro.
Cuando cambias tu mentalidad y empiezas a reconocer lo que ya tienes, tu campo energético se abre. La gratitud es la clave. Y no es frase cliché, cuando agradeces, tu vibración se eleva inmediatamente. Pasas de ver lo que falta a ver lo que abunda, y el universo responde a eso multiplicándolo.
La energía femenina y la abundancia
La energía femenina es receptividad. Es relajarte, confiar, soltar el control y abrirte a recibir. Muchas veces bloqueamos la abundancia porque estamos en la energía masculina desbalanceada: corriendo, exigiendo, sobrepensando, tratando de controlar cada detalle. Y claro que la energía masculina es necesaria nos da dirección, estructura, enfoque, pero si no aprendemos a balancearla con la femenina, nos agotamos y vivimos en supervivencia.
Cuando activas tu energía femenina, la abundancia empieza a fluir. Porque no estás forzando, no estás persiguiendo. Estás sosteniendo una certeza interna: “Lo que es mío me encuentra. No tengo que correr tras nada porque lo merezco todo.”
Cambiar la perspectiva cambia la frecuencia
Imagina que tu vida es una estación de radio. Si estás sintonizando pensamientos de escasez “no alcanza,” “es difícil,” “yo no puedo”, lo único que escucharás será ruido y más de lo mismo. Pero si giras la perilla y eliges pensamientos de expansión “yo merezco,” “todo llega fácil,” “mi vida está llena de posibilidades”—, la música cambia. Empiezas a vibrar en otra frecuencia y la vida responde en consecuencia.
Abrirte a recibir
Recibir no es algo externo, es una postura interna. ¿Cuántas veces alguien te dice algo lindo y lo rechazas? ¿Cuántas veces llega una oportunidad y dudas de si eres suficiente? Ahí es donde bloqueamos la abundancia. Recibir es decir sí con el corazón abierto. Es confiar en que si llega, es porque ya estás lista.
La abundancia no se trata de acumular, sino de expandirte. De vivir en un estado constante de gratitud, de gozo, de certeza. De saber que la vida quiere darte más, siempre más, cuando tú dejas de limitarla con creencias de carencia.
La verdadera abundancia es equilibrio:
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Amor propio y relaciones sanas.
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Salud física y mental.
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Dinero, el trabajo que te mereces, oportunidades que fluyen.
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Tiempo para ti y para los tuyos, para crear, para disfrutar.
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Energía y vitalidad para sostener lo que llega.
Abundancia es confiar en que la vida ya está conspirando a tu favor, aunque no lo veas todavía. Es mirar cada día con gratitud y certeza de que estás siendo sostenida por algo más grande.
Recuerda: No persigas la abundancia, encárnala. Conviértete en eso. No te esfuerces por alcanzarla, abre las manos y recíbela. Ya está aquí, en cada respiración, en cada instante. Y cuando eliges verla y vivirla, todo empieza a multiplicarse.